¿Somos todos culpables?

Si fuésemos a comparecer ante el trono de Dios, y tuviésemos la desdicha de no contar con nadie que abogue a nuestro favor, el resultado, lamentable, terrible y atroz sería el mismo para cualquiera en esa condición: ¡Culpable!

	Por cuanto todos hemos pecado y estamos
	destituidos de la gloria de Dios.
													Romanos 3:23. 

Es duro, es fuerte, pero es la verdad.

Fuera de Jesús, no hay nadie que por sus propios méritos pudiese alcanzar siquiera un atisbo de inocencia. La ley de Dios que es perfecta y soberana, se mantiene firme e insoslayable ante todo aquel que atente contra ella, y el problema es que todos lo hemos hecho.

El otro día observaba como en una serie detectivesca un vigilante se había dado a la tarea de eliminar a todo aquel que hubiese quebrantado la ley. ¡Que admirable! pensarían algunos, alguien que por fin puede librarnos de aquellos que hacen mal. Sin embargo, ¡Que osadía! diría yo, ¿Acaso hay algún ser humano que pudiera atribuirse tal tarea?, en efecto, es que no hay quien haga lo bueno, ni el tal vigilante por definición estaría impoluto.

La buena noticia es que Jesucristo, el Hijo de Dios, por medio de Su vida y el sacrificio que ofreció en la Cruz puede cambiar este veredicto. Pues si bien la paga por todo pecado es la muerte, el regalo de Dios para todo aquel que confiese que Jesucristo es su Salvador es la vida eterna. Romanos 6:23

Jesucristo, al haber muerto en la cruz, y resucitado, tomó nuestro lugar en el banquillo de los acusados, delante del trono de Dios. Jesús ha pagado la culpa por todo pecado y nos ha librado de la muerte y toda condenación. ¡Qué buena noticia! La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres.

Si estás interesado en que en aquel día del trono celestial tu abogado sea Jesucristo, puedes contar con ello desde ahora, bastaría solo confesar con tu boca a Jesús como El Señor de tu vida, arrepentirte y dejar atrás todo mal camino, vivir sobria, justa y piadosamente, practicando el bien y confiando en la gracia de Dios.